Hay algunos que no recuerdo, cercanos a la media noche.
Otros, más vívidos entre las tres y los cantos de los pájaros,
son los que sacuden el carrusel.
Y justo en el momento de abrir los ojos están los del umbral,
los que siempre intento retomar candidamente apretando los párpados.
No carecen de lógica, como los anteriores,
porque ahora sé que ellos la arman,
me preparan para reconocer el Yo
el que cada mañana se detine frente a un espejo de 16 horas.
Descubro los restos de su hacer cada tres días
en ese espacio onírico en el cual últimamente me cuesta entrar...
¿Resistencias?, ¿guardían en la puerta?, ¿miedo?,
no sé: vanas excusas tal vez para no andar en terreno innombrable,
morada de aquellos,
de algunos que no recuerdo, cercanos a la medianoche.