Me encuentro sumergido en una espiral incongruente, en la infinitud tranquila del tiempo acabado.
Este espacio de la nada, de las cosas que se intuyen y no se conocen, que se perciben con la constante saciedad de saberse ínfimo, de saberse extraño.
Los pasos van camino a esa ciudad, a su portal: el orificio oscuro donde se detienen los pensamientos, donde se abandona la esperanza.
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