Primero fué el toro y su sangre:
La Tortura no es cultura, clamaba la mano en el muro.
Luego cedió el paso a un inmenso blanco tan vacio y quieto,
como el silencio del transeunte cotidiano.
Pero su sino no tuvo paciencia
y pronto el mensaje antisionista se vió en él posado,
con un piquete local añadido:
su horfanda declarada de apoyo gubernamental.
La voz de un niño que reclama a su padre se puede detener a bofetadas,
más no así lo que piensa...
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