Furtivamente evita el camino más directo.
Mira de un lado a otro, o acaso hace el remedo detrás de sus culo e´botella,
antes de sentarse en la esquina pre-elegida, la del ritual cotidiano.
Y entonces, con similar suspicacia, entra su mano en la bolsa y voilá:
saltan de ella cientos de mendrugos de pan...
Las palomas acuden puntuales a su cita con el viejo.
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