INVOLUCION
21 septiembre 2006
Y ocurrió lo inconcebible….
“¿Dónde coloqué el maldito cable?”, era la frase que incesantemente se repetía en su mente a medida que revisaba gavetas, volteaba cajas cuyo contenido se desparramaba encima de las otras cosas sacadas de cuanto contenedor existía en su cuarto y que ya había sido pateado, empujado o sacudido, con pequeños intervalos de pausa para observarla a ella, allí sentada sobre quien sabe qué, con las piernas cruzadas y sus manos colocadas entre ellas, como una manera muy particular de no dejar ver las conexiones implantadas en cada una (lo común es que la gente mantuviera los puños cerrados mientras estuviesen al alcance de la vista de los demás).
Él sólo atisbaba a hacerle una pequeña mueca que creía recordar con el nombre de “sonrisa”: una de las tantas palabras perdidas en los anaqueles de la memoria de los seres humanos desde que la comunicación exclusiva por íconos, siglas y picto-menus se impuso como lenguaje estándar en el Espacio CyberMental, o ECM en su propia jerga. Maldecía hacer la mueca a falta de tener palabras con los cuales explicar la pérdida del cable, ese cable que tanta guerra ya le había dado el día anterior, cuando al verse dañado el que le habían entregado con sus implantes, tuvo que salir a buscar por unas cuasi-desiertas calles para comprarlo, el último de la existencia de la única tienda que aun los vendía en la zona, a un precio que sus puertos RS-232c, el de salida (el de la mano derecha) y el de entrada (de la mano izquierda) juntos no completaban ni la mitad.
Pero por otra parte, muy en su interior, agradecía el daño de su antiguo cable, porque de no haber sido así no se habría aventurado a salir, no hubiera llegado a aquella tienda y, lo mejor de todo, no habría tenido la oportunidad de ser atendido por ella, la misma que ahora estaba sentada allí, en medio del cuartucho, debido al impulso de osadía (tal vez producto de la excitación de estar fuera de casa, desconectado del ECM) que lo había llevado a invitarla a compartir una sesión al observar en las manos de ella sendos RS-232c, iguales a los de él, iguales a los que realmente muchos tenían por no poder costearse ni siquiera unos ya anticuados optic chanel y que todos acostumbraban a ocultar, por vergüenza, manteniendo los puños cerrados…
Tal vez un reducto de ese impulso del día anterior, potenciado con la desesperación actual de no encontrar el cable, fue lo que lo llevó a realizar lo inconcebible: se plantó de rodillas frente a ella, la miró fijamente y sin ni siquiera intentar mediar una palabra por la imposibilidad del hecho, extendió su mano derecha como quien realiza un juramento y ella comprendió su idea e hizo su parte colocando por igual su mano izquierda. Y antes que toda lógica boleanna se interpusiera, realizaron una conexión “en seco”, port contra port sin enlace mediador.
Ninguna chispa, ningún flujo de datos o compartimiento de archivos comunes en el ECM se comparó con el tropel de sensaciones corporales surgidas con el roce de sus manos.
La involución de la humanidad había comenzado...Etiquetas: Propio
--Otro corderito de AMRA--